Lo primero, y para que conste, en este post se va a dar una de cal y otra de arena. Aquí no va a haber flores para nadie. Lo siento, hoy no toca ;-)
Para que no se diga de la viga en el ojo propio, voy a empezar por nosotros. Sí, los creativos, esos grandes desconocidos con sus pequeñas locuras. Aguantamos de todo y nos encanta nuestro trabajo, pero también tenemos nuestras cositas.
A mí me ha costado años, y alguna pataleta profesional, darme cuenta de que muchas veces es mejor asesinar una idea con tus propias manos, que empecinarse en algo imposible. Por mucho que te guste o muy genial que te parezca. Y sé que no soy la única. Nos enamoramos de nuestras creaciones (¡y que viva la pasión!), pero a veces corremos el riesgo de obcecarnos en nuestro "mini mundo creativo" y hacer las campañas para él. En otras palabras, el "ombliguismo" no es sano.
Por supuesto, en otras ocasiones, debemos defender nuestras posiciones y poner nuestra pica en Flandes por la creatividad. Y también por la coherencia que, debido a la vorágine propia de esta profesión, tantas veces queda arrollada por el camino. En este caso, no suele ser "culpa nuestra", y es que a veces el cliente también tiene sus cosas (aquí viene la de arena, con cariño, pero cada cual tiene lo suyo).
Lo explico con un ejemplo, uno de tantos que tantos profesionales podrían poner. Hace años, pensando una campaña para una aseguradora de coches, contábamos con el mejor argumento de venta posible: un seguro con coberturas como las mejores de Mapfre y precio tipo Línea Directa. Así que incluimos una tabla comparativa de precios y coberturas de otras compañías en todas las piezas. Al cliente le encantó la campaña pero… Nos ordenó quitar todas las tablas y dejar el resto como estaba.
El problema es que el concepto de toda la campaña se basaba justamente en la comparación y, después de ese cambio, resultó que ya no había con qué. O sea, que lees un titular que te invita a comparar seguros y, cuando buscas más información, sólo hay uno presentado al más puro estilo folleto clásico. WTF?
Rogamos que nos dejaran presentar otra opción, pero el cliente se negó, extrañado, porque para él la campaña estaba bien. Y así salió.
Como dice el título de este post, el papel todo lo aguanta. Puedes escribir “e vevido dhel basó” (¡arg!) y no pasa nada. La celulosa, o los píxeles, no se quejan, no arden por combustión espontánea causada por una ortografía criminal, ni levantan un dedo acusatorio mientras hacen preguntas incómodas sobre un concepto. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya que mimar la coherencia y el sentido común más elemental en las campañas.
Todo el mundo sabe esto, claro que sí, pero creo que en algunos momentos perdemos el Norte: nosotros podemos caer en el onanismo creativo (normalmente sin querer), y a veces los clientes no ven que un “pequeño cambio” puede afectar a un pilar maestro de la campaña. Y ésos son sólo un un par de ejemplos. Por eso, creo que deberíamos realizar un esfuerzo, agencia y clientes, para no perder nunca de vista el bosque, aunque estemos en la fase de abrillantar las hojas de cada árbol.

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