En Mundo Lateral, mucho antes de la abolición de la obediencia por ineficiente, floreció un imperio con un poder arrollador. El mito trascendió gracias a unos incunables que narran las proezas y personajes prominentes de una de las civilizaciones más brillantes que existieron: los hipopotámicos.
Los hipopotámicos desarrollaron grandes inventos como el molino de riego, el tiovivo a vapor, la rueda, el helado de frutos del bosque, la epistemología o la ropa interior; por este orden. También fueron expertos navegantes y astutos diplomáticos; unos maestros en el comercio y profundos filósofos. Pero, sin duda alguna, por lo que más eran respetados -y temidos- era por su poderoso ejército, conocido como Trenza Dorada.
De Trenza Dorada se decía que si la vieras recortando la silueta del horizonte ya estarías atravesado por sus flechas. Se contaba que todos sus caballos galopando provocaban corrimientos de tierra, que sus magos conocían el secreto para matar a los vivos y rematar a los muertos, que sus máquinas de guerra podían empujar un castillo entero hasta despeñarlo por un barranco; que sus guerreros eran tan bravos que podían combatir con un brazo cercenado, incluso su brazo cercenado podía combatir sin el guerrero...
Lo cierto es que Trenza Dorada era tan desproporcionadamente poderosa que jamás tuvo que acometer ninguna batalla. Cuando un poblado sabía que los hipopotámicos se acercaban para invadirles, recogían sus cosas y se marchaban lo más rápido posible. Algunas ciudades dejaban comida preparada para inspirar su piedad y no ser perseguidos.
La civilización hipopotámica extendió su territorio a tanta velocidad que su población no nacía al ritmo suficiente para poblarlo. Esto, sumado a que los pueblos invadidos no dejaban ni un famélico esclavo, acabó por hacer insostenible su política imperialista. ¿Para qué invadir territorio abandonado que además precisaba ser vigilado para no ser reconquistado?
En el senado se tomó una decisión drástica: debían hacerse más débiles o ningún pueblo querría guerrear con ellos. Trenza Dorada se disolvió otorgando jubilaciones doradas a sus ex mandos. Después, enviaron espías a otros reinos para que hicieran correr el rumor de que Hipopotamia estaba en decadencia y les filtrase información acerca de sus debilidades. Además, por ley establecieron una proporción mínima de batallas que debían perder y daban por lo menos un mes de plazo al enemigo para que este pudiera prepararse sin ansiedad.
Pronto se extendió la noticia: los legendarios hipopotámicos no eran inmortales. Se decía que sus elefantes copulaban en mitad de la batalla aplastando a sus conductores, que todos sus arqueros eran bizcos o padecían temblores, que sus guerreros no estaban uniformados y se equivocaban al embestir con la espada… Aunque lo cierto es que muchas veces se dejaban ganar. Pero esto era un secreto diplomático que no se revelaba al enemigo por cortesía y para no minar su moral.
De esta forma, las guerras volvieron a su natural equilibrio y la civilización hipopotámica, cuna de la cultura lateral actual, pudo extenderse gracias al saqueo y pillaje de los pueblos que ahora sí tenían la esperanza de conservar sus bienes. Y de vez en cuando, los conservaban, para su gran regocijo.
Desde entonces en Mundo Lateral, en cualquier tipo de competencia, se celebra el ganar, sí, pero de forma variada y equilibrada. Si se abusara de la Victoria se acabaría el comercio, los concursos de longitud de bufandas y el botepié, entre otras muchas cosas. Allí no importa ganar, ni siquiera participar: importa el juego.

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